La frase a la que hace referencia el título de esta publicación fue mencionada por José Mujica en un libro que se publicó en conjunto con Julio María Sanguinetti denominado “El Horizonte”.
El concepto de sentirnos solos en medio de la multitud sin dudas no es nuevo en este siglo XXI que cada vez naturaliza más esta situación, pero es algo a lo que deberíamos de recurrir cada tanto, en pos de intentar mejorar una realidad que muchas veces en la vorágine del día a día va dejando de lado a aquellos que realmente se sienten solos y no logran encajar con el sistema, trasladando esta frustración en varias oportunidades a ideas de tipo suicidas, que en muchos casos no son escuchadas por el entorno de las víctimas que deben sobrellevar una vida sin ser entendidos o al menos sin la atención que realmente necesitan.
Los famosos nativos digitales se han criado con una única realidad que es el apremio por alcanzar la mayor cantidad de “likes” posibles en sus publicaciones, para poder formar parte de una realidad que ellos mismos entienden como la única existente. Esta realidad quizás sea más difícil de entender, para alguien que no nació con este universo cibernético ya en marcha.
La nueva era de las pantallas nos enmarca a los usuarios como los únicos y principales protagonistas de este acto comunicativo, pero también como los únicos culpables de que muchas veces no se les dé un uso adecuado a esta herramienta que nos puede resultar tan útil en la vida actual.
La paradoja de los tiempos actuales se enmarca en la sutil apariencia de que nos encontramos mucho más conectados buscando lograr comunicarnos mejor, pero las experiencias del día a día muchas veces nos demuestran lo contrario; ante esta realidad hemos podido encontrar una mayor facilidad en poder interactuar con el otro, pero manteniendo la distancia física que si bien en tiempos de pandemia esto se encontró como una acción necesaria, en la actualidad lo vivimos como un hecho de lo más normal. Normalizamos el hablarnos, escucharnos y mirarnos, pero a través de un dispositivo electrónico, encontrando en esta acción una válvula de escape a las relaciones humanas y su complejidad.
El siglo XXI trajo consigo sociedades mucho más individualistas en casi todos los aspectos de la vida, marcando la determinación de que “si no me afecta no me interesa” realidad que determina que la grieta social sea cada vez mayor marginando cada vez más a los que menos pueden y sometiéndolos a que su vida transcurra en una especie de paralelismo a lo que comúnmente llamamos realidad y hasta en muchos casos normalidad.
El vivir tiempos de constantes cambios en donde las oportunidades están al alcance de la mano, genera que nos resulte mucho más fácil poder alcanzar las metas establecidas, pero también se fracasa con mucha velocidad y a veces con más veracidad que antes, por lo que la desmotivación es casi que una moneda corriente de las nuevas generaciones.
La soledad y el alejamiento de las multitudes estando sumergidos en ellas mismas quizás sea el estado natural de este milenio que con mucha más vehemencia que antes intenta ser y demostrar algo que realmente no es.
La tasas de suicidios en los jóvenes a nivel mundial, es algo de lo que se habla muy poco, pero que se desprende de la realidad que día a día nos toca vivir, el no poder encontrarle un sentido real a vidas que recién comienzan es un problema muy profundo que tiene muy poca prensa pero que conforme pasa el tiempo suma mas adeptos a esa causa.
Los cambios reales en una sociedad solo pueden darse cuando los propios integrantes de la misma se lo proponen y actúan en consecuencia, por eso quizás algunos temas que generalmente damos por sentado que les pertenecen a unos pocos sean realidades de muchos.
