Se
volvió a realizar en el centro de Montevideo la famosa marcha por la diversidad
sexual, la misma en cada edición cuenta con más adherentes, los cuales se
animan a mostrarse tal cual son delante de todos.
Quizás
como se ha oído escuchar en reiteradas ocasiones el Uruguay es un país de
viejos, los cuales están llenos de prejuicios acerca de determinados temas como
lo es el de la sexualidad.
Este
año nuestro país dio un paso gigante y fundamental a nivel social con la ley
aprobada sobre el matrimonio igualitario y con esto también una ley de adopción
que permite que las parejas homosexuales puedan adoptar. Realmente en este
sentido estamos en la vanguardia delante de muchos países, pero parece no ser
suficiente porque la discriminación la vivimos día a día en la calle por lo que
fuere no necesariamente tiene que ser por la sexualidad puede ser por el color
de piel, la nacionalidad, si sos de un cuadro o del otro, si escuchas rock o
cumbia, etc.
Estamos
llenos de maricas, negros, gallinas planchas y metaleros que desgraciadamente
para ellos tienen que convivir entre sí.
Definitivamente
no somos un pueblo tolerante, se nos hace muy difícil aceptar las diferencias
de los demás, también muchas veces tenemos un falso discurso de que respetamos
la decisión de los demás, pero para nuestro interior sabemos que no nos gustaría
tener dentro de nuestra familia una persona de orientación homosexual, sin duda
existe esa hipocresía dentro de toda la sociedad uruguaya.
De
cualquier manera toda esta comunidad está haciendo las cosas muy bien y van
consiguiendo pequeños triunfos de a poco y a pesar de que no es lo ideal hoy
por hoy son más aceptados e integrados a la sociedad que años atrás, sin duda
eso no es un detalle menor y es algo digno de aplaudir porque es un avance
fundamental para que la vida en sociedad mejore y no seguir teniendo las
dificultades de convivencia que tenemos.
Ojala
que con el paseo de los años nos resulta algo muy común convivir habitualmente
con personas homosexuales y los integremos a la sociedad como se merecen y no
mantenerlos aislados porque nos parecen que son “distintos”.
Gabriel Cortazzo