Monsanto
es una productora de semillas multinacional que ha logrado introducir sus
productos a diferentes países con el fin de aumentar y mejorar las producciones
en cuanto al rendimiento por hectárea de las semillas. A través de los químicos
utilizados para mejorar las simientes acelera un proceso que naturalmente demoraría
alrededor de 10 años, obviamente que para los productores es un avance sin precedentes
que hace que se afilien a este tipo de productos para lograr mejor rendimiento
en menos tiempo, lo que indudablemente derivara en una mejor ganancia económica.
Pues
bien el uso de la soja transgénica si bien tiene todos los beneficios
anteriormente mencionados para los productores, tiene una gran cuota negativa
para la tierra, el medio ambiente y los habitantes de las zonas en las cuales
se llevan a cabo las plantaciones con estas semillas. en los Estados Unidos
diferentes medios de comunicación la bautizaron como “la semilla del diablo”
con este proceso Monsanto busca lograr que todas las semillas sean transgénicas
en vez de que se utilice el viejo método de que una parte de la plantación genere
semillas para la próxima vez que ese cultivo sea plantado.
El
gran problema radica en que de la mano de las semillas transgénicas vienen los agro
tóxicos, que son aquellos tóxicos que se le colocan a las plantas para matar a
sus depredadores y mejorar supuestamente la calidad y la imagen del producto, (por
ejemplo esos tomates enormes que vemos en los supermercados fuera de su fecha
natural) los agro tóxicos generalmente se dan en las grandes extensiones de
campo con una avioneta, hecho que actualmente está afectando a las poblaciones
del interior de nuestro país ya que estos componentes químicos terminan
afectando la salud de las personas que habitan en estos lugares pero
principalmente los que están trabajando en las plantaciones en el momento en
que es esparcido este producto desde el aire.
Uno
de los problemas que tenemos hoy por hoy en el Uruguay quizás menos grave que el
de la expulsión del químico sobre los lugares donde hay gente, es que no
tenemos forma alguna de saber si el producto que llevamos a nuestra mesa es transgénico
ya que no hay etiqueta o leyenda alguna que lo indique, obviamente esto haría perder
ganancias porque la gente elegiría no consumirlos, pero le daría al consumidor
la posibilidad de una elección entre que poner en su mesa y que no.
Gabriel Cortazzo
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