Los
últimos tiempos han sido bastante complejos en lo relacionado a la política uruguaya,
desde el gobierno final del Frente Amplio, existió una fuerte necesidad por parte
de la oposición de demostrar algunos asuntos que eran manejados con cierta
irregularidad ante su opinión, al punto de costarle la renuncia al
vicepresidente de por aquel entonces, generando un escándalo institucional histórico
para el país.
Con
la caída de Sendic, se abrió una puerta en donde se dejo entre ver que detrás de
esta, venían reclamos con la clara intencionalidad de destrozar y derribar a su
oponente. El termino ponente, quizás no debería ser el utilizado, pero
lamentablemente en el Uruguay del siglo XXI, existe el oficialismo, que es
quien gobierna y su oponente, que debería de asumir mas bien el rol de oposición
y no de enemigo político.
Si bien es sabido que uno o dos años antes de
un acto eleccionario, ya se comienza a sentir o visualizar la campaña
electoral, actualmente, se vive desde el día uno de cada gobierno, para el que
lo ejerce y para el que lo ostenta.
Así
como sucede a nivel social, la política no escapa a los problemas que tenemos
actualmente en lo relacionado a la convivencia, la falta de altura, educación y
tolerancia para poder resolver las dificultades del diario vivir, el problema
radica cuando esta postura la toman quienes tienen el país en sus manos, dejándonos
a la mayoría a merced del resultado de una serie de malas decisiones que sin ningún
problema salen a la luz, pero como ellos mismos también son jueces y parte,
siempre terminan saliendo airosos.