La manera en que consumimos ha ido variando a lo largo de la historia de la humanidad. Con la llegada de la revolución industrial, se produjo un cambio de paradigma en la forma de vivir de las personas, logrando acceder con mayor masividad a diferentes artículos que anterior a este cambio eran realmente escasos o difíciles de conseguir, de esta forma apareció el capitalismo y con él, la fuerte necesidad de que exista un consumo constante. Esta necesidad con el tiempo se demostró por parte de quien produce y por el que consume. Logrando con esto inventar muchas veces una necesidad de consumo inexistente que satisfaga a las partes involucradas.
El pensar en diferentes situaciones de rápidos recambios de distintos artículos no es nada que nos sorprenda en la actualidad. Mil veces escuchamos decir la frase “antes las cosas duraban más”. La forma de consumir ha cambiado mucho, por ejemplo, en épocas anteriores las inversiones económicas que se podían realizar tenían que ver justamente con una planificación a largo plazo de la durabilidad del objeto en cuestión. Con el paso del tiempo, la industria se fue dando cuenta que, si bien el tiempo de duración de su producto era algo a favor, no le terminaba siendo redituable para el crecimiento económico necesario del mercado, por lo que ante esta situación se empezó a trabajar en pensar desde la concepción de los artículos en su idea de finitud, es decir cuánto tiempo puede ser el necesario para que un producto pase por una etapa de recambio y con esto seguir retroalimentando el mercado y por supuesto generar más ganancia.
Esta política de la obsolescencia programada se empezó a trasladar a casi todos los ámbitos de la vida, desde las relaciones humanas que cada vez resisten menos tiempo a todo aquello que consumimos independientemente de si es algo material o intangible, todo tiene una vida útil cada vez más corta ya que atrás de eso está llegando lo nuevo y así sucesivamente en una especie de loop infinito que no nos da respiro, para poder seguir consumiendo hasta que ya no podamos más.
El que todo quede obsoleto tan rápido desvaloriza cualquier creación, colocándola en un lugar de descartable que quizás no lo tenga, pero se la termina dando la vorágine que existe en el exceso de producciones de todo tipo, cualquier cosa en la que podamos pensar ya tiene una sobreoferta dentro del mercado esperando, lo que también genera crisis de otros tipos sobre todo relacionadas a aquellos que producen, existe demasiada competencia y en muchos casos desleal. Es imposible poder regular un mercado que funciona de esta manera, en donde todos pueden ofrecer y todos pueden consumir a la misma vez interrelacionándose dentro del mismo sistema que hace valer una única regla y es que no hay reglas.
Desde hace mucho sabemos que nada es para siempre, pero cada día nos cuesta más adaptarnos a la velocidad en que todo se transforma en obsoleto y le da paso a lo que sigue. La gran apuesta que esta haciendo en la actualidad la humanidad hacia la inteligencia artificial sin dudas puede ser el corolario perfecto del humano para terminar de sacarse así mismo del sistema.
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