sábado, 19 de marzo de 2022

¿HASTA QUE PUNTO VALE TODO? (EDITORIAL + PODCAST)

 


Hemos asistido en el último tiempo como consumidores de diferentes medios de comunicación y redes sociales, a la demostración de lo poco que nos queremos como sociedad y de lo mucho que hacemos primar nuestros intereses personales por encima de cualquier situación colectiva, generando a través de diferentes puestas en escena, la exposición de situaciones de la vida íntima de personas, en un acto totalmente innecesario y violento hacia quienes terminan quedando en boca de todos, solo por el simple hecho de poder generar un poco más de rating o de llamar la atención de las audiencias que hasta el momento estaban cautivas.

 La violencia muchas veces no tiene que ver necesariamente con las agresiones físicas que se puedan dirigir hacia otro ser; sino que simplemente puede existir en cualquier tipo de acto que atente contra la integridad o la sensibilidad del otro; la perdida de algo tan básico a nivel moral es un hecho por el que atraviesan diferentes medios de comunicación, así como también quienes utilizan las redes sociales con fines ofensivos hacia aquellos que no están dentro de su misma línea de pensamiento; o los que intentan hacer de las diferentes plataformas comunicativas un negocio intentando lucrar con las desgracias o miserias ajenas.

No sería nada nuevo afirmar que la violencia en todas sus formas, vende y que a los consumidores de los diferentes medios, la polémica y los enfrentamientos les atrae; pero también es una realidad que la intolerancia y la búsqueda de generar un daño en el otro, cada vez toma más poder en las redes sociales, ya que como su nombre lo dice sus usuarios no terminan siendo más que un claro reflejo de la sociedad y de lo que nos toca vivir en el día a día, buscando aparentar algo que no son y mostrando las miserias humanas al más alto nivel.

Este sin dudas es un mal de las nuevas generaciones, que amparadas en aquello de que está bien o es integrador el hecho de que todos puedan saber de uno; hacen generar un falso o absurdo sentido de pertenencia a un sistema que sigue siendo tan cruel o misógino como décadas atrás, pero que según se piensa, termina amparando a aquellos que quieran mostrarle su vida personal al resto, generando audiencias a partir de situaciones básicas y comunes por las cuales todos atravesamos, pero que al parecer puede llegar a tener algo de especial en una persona que desea generar un registro de algo tan banal.

Como la falta de contenido limita a todo aquel que quiera hacer llegar un mensaje a otro, se llegó a un punto en donde lo básico dejo de alcanzar y empezamos a entrar en otro grado de complejidad de lo que se exhibe y tiene que ver directamente con la intimidad, con la alimentación del morbo del espectador, con esa búsqueda de mostrar lo más oculto, aquello que nadie nunca muestra, pero que al empezar a hacerlo todos, como si nada; se normaliza y rápidamente pasa a ser un hecho común, la velocidad con la que ocurren los acontecimientos, termina generando una vorágine en la que todo cambia, todos los días y personas que antes eran simples espectadores, hoy ocupan el rol de generadores de contenido, para las masas, esa misma velocidad también afecta directamente a lo que se quiere compartir con los espectadores, ya que al existir mas productores de material, se empieza a generar una reiteración en aquello que muy poco tiempo antes se entendía como una novedad.

Para tomar un poco la dimensión de la idea que se intenta explicar, podemos hacer el siguiente ejercicio, pensando en los adolescentes, es casi una obviedad que un porcentaje muy cercano al 100% tiene redes sociales, en ese ámbito consumen horas y horas de producciones de tipo chatarra, que en muchos casos termina generando sensaciones en quien lo consume que eran totalmente innecesarias de atravesar por ellas; pero estos nuevos medios de comunicación, nos terminan dictando que es lo que vamos a ver o escuchar, cuando la lógica debería ser a la inversa, el exceso de contenido y la facilidad para generarlo, va produciendo lentamente la perdida en la calidad del producto final y también un acostumbramiento por parte del consumidor a ser un simple espectador pasivo de la basura que los nuevos medios nos normalizan y nos hacen consumir.


 

 

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